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"América Latina 2020" de Chatham House en su Centenario. Dosier: Número Dos. Fernando Gómez Herrero.

Conferencia “América Latina 2020” de Chatham House en su Año de Centenario. Dosier. Número Dos.





La sección sobre democracia y política de covid-19 fue floja: cuatro generalidades sobre los riesgos del autoritarismo y del populismo que ahora engloban los EEUU tras el periplo Trump de final incierto. ¿Hemos llegado al punto máximo y ahora estamos todos de bajada? No lo creo. Destaco a la expresidente de Costa Rica (2010-14), Laura Chinchilla. Habló de tres aspectos preocupantes: la calidad de las instituciones y de los líderes políticos, y la consecuente respuesta general de la ciudadanía. Mala calidad de los dos primeros y valoración sumamente negativa de los líderes por parte de los ciudadanos. Los pilares institucionales de la región latinoamericana son en líneas generales, según Chinchilla, de una enorme fragilidad “comparable a la Africa subsahariana.” La calidad de la respuesta de sus líderes políticos ha sido en algunos casos terrible, le han quitado importancia a la covid (los nombró, sin hacerlo directamente, a los presidentes de Brasil y México, Jair Bolsonaro y a Andrés Manuel López Obrador). El apoyo al sistema democrático se ha erosionado y el clientelismo puede verse favorecido. Habrá un incremento del descontento y de las protestas en un presente inmediato y un futuro imperfecto. Se lanzan globos sonda a la sociedad civil, que es una manera de ver otras opciones a un mundo oficial que no funciona. Va a haber escisiones y brechas con o sin las alusiones a guerras culturales. La década de los 80 a los 90 ha visto declinar claramente la calidad del liderazgo político. Los partidos políticos se han atrofiado. Y la sensación de corrupción se ha generalizado y se ha hecho tóxica.




La crisis sanitaria de covid agudiza este malestar político, económico y social. Síndrome de un todo patológico del cuerpo social en general: el mundo laboral, el nivel de los ingresos, la inseguridad: todos los índices van a peor. Se vieron venir algunas de las alusiones ancestrales, que esto está en el ADN de América Latina. Michael Reid, periodista de temática latinoamericana vinculado a The Economist, hizo un recuento rápido de un siglo pasado que vio cambios de régimen en los años 30 tendentes a las dictaduras, y en los años 80, un momento paulatino post-dictatorial. ¿Volveremos a los primeros? Las protestas no parecen ser anti-democráticas, sino que van contra los malos líderes actuales. Se entienda como se entienda eso no obvio de “democracia,” se afirmó que hay que pelear por ella en los próximos años que serán muy cuesta arriba.




China es ya la mega-nación competidora de los EEUU en América Latina. Trece países ya participan en la “Belt and Road Initiative (BRI)” propuesta por China, entre ellos Chile, Perú, Costa Rica y Panamá. ¿Qué puede significar esto para países en vías de desarrollo como los latinoamericanos? ¿Globalización con caracteres chinos? No se sabe lo que significa eso, dijo Carola Ramón Berjano, en las secciones económicas multi- y bilaterales de la Argentina, que están en el punto de miras de la Bretaña brexitiana. Lo que parece claro es que los EEUU se han retirado de América Latina, su influencia cada vez menos perceptible, lo que le da a China un mayor margen de maniobra. Hay una iniciativa llamada “Crecimiento en las Américas [“Growth in the Americas” en el original] por parte del Banco Inter-Americano de Desarrollo [InterAmerican Development Bank (IDB) en inglés] (https://www.iadb.org/en/sector/energy/overview) que intenta contrarrestar la influencia china y lo hace buscando apoyos en la empresa privada (podemos mencionar el nombre del nuevo jefe responsable, el estadounidense de origen cubano de Miami, Mauricio Claver Carone, recientemente elegido contra la norma de cabeza directora latinoamericana de dicha institución). ¿Va a apretar EEUU más en América Latina con Biden? Ya veremos.




Se citó el tópico de que “la naturaleza aborrece los vacíos.” Trump ha hecho a los EEUU más impredecibles y más escurridizos. Y fue estrategia nixoniana que le dio la victoria presidencial y que casi se la ha dado a Trump. ¿No es idéntica la estrategia de Boris Johnson con sus homólogos de la Unión Europea manteniéndolos en albis con las negociaciones brexitianas hasta el último segundo? ¿Qué va a pasar con esta ausencia de silla vacía de la superpotencia estadounidense en “su” hemisferio occidental? La frase memorable es de Arturo Sarukhan, “hay dos maneras de estar en el mundo, o sentados a la mesa de la negociación, o en el menú.” Ya veremos si retornamos a un revivir de la nación-estado y si las cadenas de abastecimiento y suministros, con sus leyes de oferta y demanda se avecinan y se “localizan” y así se aseguran sus abastecimientos en momentos de incertidumbre creciente, o no. La referencia hermosa fue a la fecha histórica de Westphalia, la paz que siguió a las guerras de religión en el contexto continental europeo, y que precedieron a la Revolución Francesa y la creación de los EEUU. El factor asiático, o mejor chino, arroja, creo yo, una dimensión espectacular descomunal que no se puede encerrar en unos marcos interpretativos eurocéntricos. Tenemos todos que pensar más y mejor.




¿Va Florida a hacer de celestina alcahueta con respecto a Cuba, Nicaragua y Venezuela, las “malas de la película” (se usó la palabra “pimping” que significa eso mismo)? ¿Está México en el mismo nudo del pañuelo apretado? Creemos que no. ¿Acaso no dio Florida la victoria a Trump? Nos podemos imaginar los pasos entrecortados de las aguas latinoamericanas por estas espuertas “floridas” y ya mencionamos a Claver-Carone, propuesto por Trump, que ahora aboga, cómo no, por el bipartidismo de Congreso estadounidense, para la mejor acción posible en relación a la región latinoamericana que se apresta a recibir el impacto de una crisis sin precedentes (https://www.lavanguardia.com/participacion/lectores-corresponsales/20201114/49423802701/analisis-voto-comunidad-latinos-elecciones-eeuu-joe-biden-democratas-donald-trump-republicanos-minorias.html).




Jie Yu, la fina analista de la zona estipulada como Pacífico Asiático en Chatham House, nos dijo que los 440 billones, con “b,” destinados a América Latina pueden angostarse después de covid. Lo dijo con un punto certero y cuidadoso, no exento de ironía, La Edad de Oro de los últimos cinco años, puede haber pasado a mejor vida y vamos a la de Plata o Bronce. Añadió que el lema chino de “un compromiso conjunto en bien de la humanidad” se puede desteñir un poco. Y corrigió su primera apreciación de “retirada” (“retreat” en el original), mejor será un cálculo actualizado o un mejor ajuste (“recalibration” en el original que es lenguaje diplomático para marcar un cambio de posición que no equivale necesariamente a error previo). La diplomacia pandémica va a continuar de alguna manera del lado chino en relación a los mega-proyectos ya encaminados en América Latina vinculados a la “Belt and Road Initiative” (BRI). Estos achican, o incluso ridiculizan, las mejores posibilidades británicas del lado del lema brexitiano de “Bretaña global” con su Union Jack tricolor. ¿Se le irá el azul escocés en la próxima década?




Y nos vamos al Océano Pacífico que es donde está la zona de la supremacía mundial de presente inmediato y futuro incierto. Ahí están las miras de la estrategia estadounidense y ahí se lanzan los dados, y los dardos, y se hacen las cábalas, a puerta cerrada en Chatham House en el club de los socios vinculados a las grandes empresas de negocios de alcance internacional. La América Latina con más futuro parece estar la que da cara “al océano de allá,” al Pacífico. Y la agenda del mundo de contención del narcotráfico y la inmigración, poco apetitosa la calificó Robin Niblett (“such a turn-off,” fue la expresión original), que algo sabe al propósito, ahora esto se vuelve opción estratégica de inversión en “un mundo nuevo” que mira más y mejor al Este planetario. La retórica y la narrativa van a cambiar: miremos por donde sale el Sol, al Este. Se va a mirar menos a Europa. México en tanto que estado-escudo con respecto al resto de América Latina puede no tener sus buenas opciones. Y las otras naciones latinoamericanas también, si cuentan con una cierta desatención del “ogro filantrópico,” como Octavio Paz llamó en los años 80 a los EEUU, y tienen mayor capacidad de maniobra conjunta. No va a ser posible no entablar algún tipo de relaciones con China, y no todas van a ser hostiles: es una entidad demasiado grande como para no relacionarse con ella. Y la contienda está entre estos dos gigantes, el estadounidense, descendiente, y el chino, ascendente. Incidencia muy desigual de covid con ambas.


América Latina no es English Premier League, si acaso League 2 (dos por debajo de la primera). Y la analogía futbolística, que es licencia poética, viene a decir que América Latina no es territorio señero, principal y primero, de lo que se llama “teatro” de acción política de foco primordial. Si acaso, a veces, es daño colateral de escasa cobertura mediática y de think tank adicional colocada la “latinidad” entre los bastidores, ahí entre sombras al fondo, de la “batalla” principal, que ahora nos lleva al Pacífico asiático. Pero esto no quiere decir que haya que descuidarla del todo. Y que también cuenta e importa y ahí tenemos el botón de muestra, “América Latina 2020.” Todo importa con esta dimensión tan mastodóntica, parte del mundo “por desarrollar,” ¿cómo no? Jie Yu nos trae alguna luz con la candela. Resulta que el fantasma de Halford John Mackinder está ahora por todas partes. Se le rescata para ver cierto destino geopolítico a la gran masa continental llamada euro-asiática que emerge ahora alentada por covid como primordial para la supremacía geopolítico del siglo que nos alberga, bien o mal, con o sin covid. La carta de Taiwan la juega China seriamente. Y Bretaña insiste muy intramuros en Hong Kong. Hay naciones medianas, como Corea del Sur, ahora muy del gusto chathamiano de equiparación con las islas británicas. Y ya se ha asegurado Xi Jinping que el canal de Panamá esté abierto para el comercio transoceánico. México tiene enorme potencial en la región, salga o no por la prensa escrita y auditiva al alimón. Otra perla de Arturo Sarukhan, en broma compartida del embajador mexicano a su homólogo canadiense, “es mejor estar encima del elefante, que no debajo.” ¿Y si la vuelta demográfica esté dando la vuelta al elefante estadounidense que se va mexicanizando inexorablemente y de ahí la estampida del voto trumpiano “blanco” como último suspiro antes de pasar a mezclarse con lo que ignoran y desprecian y con doble caída de supremacía mundial y de nivel de vida de clase media? La misma etiqueta de “América Latina” salta los muros y ocupa muchos lugares, utópicos y distópicos (Jorge Volpi ha arrojado pajas y fuegos a la categoría convencional de “América Latina” hace tiempo, y los mundos académicos han respondido, claro, de diversas maneras (https://www.fernandogherrero.com/single-post/2019/11/29/sobre-postcolonialismos-maltrechos-y-descolonizaciones-malogradas).


Pregunta que debería dar cosquillas en las costillas de la tiesa y estirada impasibilidad británica: ¿Pinta mucho el Reino Unido? Carola Ramón Berjano en el asiento multilateral y bilateral de Mercosur nos dice claramente que en estos momentos, no mucho, no. Robin Niblett le pasa mi pregunta con vistas a las negociaciones inmediatas con el Reino Unido brexitiano con Mercosur que se quieren mejores de las ya existentes con la Unión Europea (Victor Bulmer Thomas me lo comenta tras la conferencia anterior en Canning House (https://www.lavanguardia.com/participacion/lectores-corresponsales/20201121/49553306485/analisis-relaciones-comerciales-reino-unido-america-latina-brexit-covid-agenda-canning.html). El deseo bienintencionado es que las relaciones bilaterales mejoren más rápidamente, con o sin las espinas de las Islas Malvinas / Falklands, que no parecen imposibles. Hay que salvar las prendas aunque la fuerte ola barra la cubierta desierta de la nave brexitiana: el Reino Unido despierta ciertas nostalgias de una industralización decimonónica en México, todavía tiene un software fenomenal, así se dijo, y un gran poder de convocatoria o “soft power” con la lengua inglesa y la ubicación europea, y lo declaró Arturo Sarukhan, como embajador mexicano en los EEUU durante la época de George W. Bush y Obama. Sería descortesía, ¿cómo les vamos a decir a los ingleses que no son importantes para América Latina en su propia casa?




“América Latina 2020” tuvo un sorprendente final no tanto por contar con Michel Bachelet, la exjefa de gobierno chileno, por partida doble (2006-10 y 2014-18), y actual alta comisaria de derechos humanos en las Naciones Unidas, sino por su tertuliano, Francis Fukujama, el analista político estadounidense de fama internacional con su propuesta reaganiana del fin de la historia y el último hombre. ¿Qué pintaba en este patio latinoamericansita nuestro ilustre analista de casi setenta años, ahora vinculado al Freeman Spogli Institute for International Studies (FSI) de la Stanford University, y no al más famoso de la Hoover Institute, que tildó de “muy conservadora y no para él.” Era ya noche londinense y mañana californiana y Fukujama, ¿quién lo puso como fresa en la nata del postre?, parecía un buda no contrito sobre la fé neoliberal que no duda en calificar la guerra de Iraq y de Afghanistán de desastre. Pero dista mucho de hacerlo a la manera activista de Chris Nineham (https://www.lavanguardia.com/participacion/lectores-corresponsales/20201009/483937982540/entrevista-chris-nineham-libro-fragilidad-estado-britanico-gobierno-boris-johnson-brexit-covid.html). Fukujama tiene ya poco que ganar y nada que perder.


El curioso trío fue Bachelet, Fukujama y Sabatini. Parecía que los dos primeros ya se conocían y se llevaron bien. Fue grato encuentro sin grandes revelaciones y fue como si dejáramos a covid detrás de las cortinas. La voz de Bachelet: suelta y clara con respecto a unas problemáticas enormes respecto a la erosión de los derechos humanos. Fukujama no estuvo en desacuerdo. Su voz, mesurada y contenida, sin aspavientos. Lo vi discreto, de comparsa con el rabillo de ojo de pez calmo en la piscina californiana mirando a ratos de reojo a los derechos humanos y de lejos a América Latina con una actitud que tenía que ser, aunque no lo dijo, negligente y benigna.