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Hacer Acopio del Legado de los Estudios Culturales: Stuart Hall y García Canclini (fragmento).

Cultural Studies 1983: A Theoretical History, By Stuart Hall. Edited and with an Introduction by Jennifer Daryl Slack and Lawrence Grossberg (Durham and London: Duke UP, 2016).

Imagined Globalization by Néstor García Canclini. Translated and with an Introduction by George Yúdice (Durham and London: Duke UP, 2014).

Hagamos acopio, siquiera de manera apresurada, del quehacer intelectual de dos figuras sobresalientes, Stuart Hall (1932-2014) y Néstor García Canclini (1939-), como si miráramos por el espejo retrovisor el camino del que venimos, sin saber a ciencia cierta qué va a pasar con todo esto en los próximas años. Llamemos estos espacios británicos y latinoamericanos al menos al inicio, si queremos prestar atención a la procedencia de ambos pensadores, si nos interesa ver el enfoque primario, o el radio inmediato de preocupación y acción directa, si bien los encontramos, los escritores y sus escritos, dispersos cual hojas volanderas entre flores y maleza por una geografía más amplia, desordenada y plural a ambos lados del Atlántico. Sinteticemos algunos de estos logros, montamos algunas tramoyas comparativas de semejanza y diferencia, y hagámoslo sin añoranza alguna por ningún tiempo pasado en relación a las sociedades que van a ser nombradas en estas páginas, que serán más de una. Empecemos por Stuart Hall. Este ciclo de conferencias llamadas "estudios culturales (1983)" las dio en la Universidad pública de Illinois, Chicago, EEUU, la "tripa del ogro," que diría Octavio Paz, con unos cincuenta años. Las publica la Universidad de Duke, sita en Carolina del Norte, en idéntico contexto nacional, en donde nos formamos en los años 90, con una demora de treinta y tres años. Muchas cosas han pasado ciertamente en estas tres o cuatro décadas que constituyen el nacimiento y tal vez debilitamiento, sino función de ciertos impulsos intelectuales y académicos llamados estudios culturales, oferta académica standard y mayoritaria con cierta incidencia más allá de circuitos universitarios. ¿O me equivoco? El segundo texto, titulado Globalización imaginada, salió originalmente en español en Buenos Aires y México D.F. en 1999. Se publica traducido al inglés, quince años después, también por Duke, en el 2014. Uso exclusivamente de la versión en inglés, sin tener acceso al original en español en mis actuales estadías británicas. Vierto estas reflexiones a la lengua primera de Canclini, con una sensación extraña, tal vez saludable, con respecto al inglés de George Yúdice[1]. El Canclini más conocido en los EEUU, creo yo, es el de las culturas híbridas, libro también publicado por Duke: el de las mezclas de todo tipo, de entrecruzamientos infinitos, préstamos promiscuos, de modalidades significativas desiguales y prácticas sociales, sobre todo consumistas, combinatorias. Es el encomio de la hibridez y la transculturación, ahora interculturalidad, o atadura de formas dispares, como si éstas ofrecieran escapatorias, creíbles o increíbles, de todos las represiones, apresamientos, silenciamientos o ninguneos. La invocación a la "imaginación" de García Canclini la ponemos al lado de la tan manoseada moneda de la "cultura," que Stuart Hall considera concepto ineludible, resbaladizo, vago, amorfo, polivalente, evanescente, de espacio desplazado ("misplaced field"), desplazante, interdisciplinar (p. 4). Nos la jugamos todos, parece ser, en estas aguas revueltas. Leemos tarde, y vertido al inglés, el primer libro de Canclini, así viene y va la cosa intelectual, desordenada, volandera, y migrante como cualidad fundamental también de la biografía dual de un pensador caribeño asentado en la Inglaterra thatcheriana conferenciando en Illinois sobre el mundo intelectual marxista europeo de los 1960, y un argentino emigrado a México, paseante observador de los desórdenes propios de la globalización capitalista actuando no sólo por el espacio hegemónico del Atlántico Norte. Hay leve contacto de referencia derridiana entre ambos que mencionaremos en breve. Parece que no tenemos opción: nos tenemos que apelotonar todos en la "cultura," palabra lábil, resbaladiza, poco confiable, con escasas maniobras a la contra[2], al menos desde la época de Thatcher y Reagan, como si todas las demás (política, religión, historia, literatura, "humanidades," etc.), se nos hayan hecho impresentables o inservibles.

Cultural Studies (1983)son ocho conferencias de densa intensidad. El registro y transcripción ha tenido que ser laborioso. Se interrumpió por la reticencia del propio Hall que Jennifer Daryl Slack y Lawrence Grossberg no aclaran del todo (p. xiii-xiv). Salen ahora a la luz dos años de la muerte de Hall con una cierta sensación de envaine y desenarbolamiento de los estudios culturales. Hay cierta retirada y tal vez huida estratégica de éstos. Hay también "americanización," digámoslo con el grueso y grosero anglicismo estadounidense naturalizado incluso al español transatlántico, de pensamiento crítico de procedencia británica, sito en la segunda ciudad del país, Birmingham, con memorias caribeñas no amainadas en el caso de Hall. La visibilidad institucional: Hall hereda la dirección del Centro de Estudios Contemporáneos Británicos de la Universidad de Birmingham de manos de Richard Hoggart del 1969 al 1980. Es el comienzo del thatcherismo, el "sapo en el jardín," según el título de su artículo incluido en el volumen famoso que recopila dicho encuentro en Ilinois[3]. Estos vaivenes son importantes y tenemos la gestión de Lawrence Grossberg en aquel entonces y en la preparación del volumen de Duke. Cierta periferia institutional estadounidense da cabida a este pensamiento crítico por partida doble, Hall y García Canclini, extranjero y extranjerizante, más correoso el primero, y podemos decir que de impacto desigual, futbolísticamente hablando lo podemos llamar de niveles de English premier leaguey championshippor este orden, en mi estimación, al menos dentro del espacio anglo-parlante del Atlántico norte. Los estudios culturales de Stuart Hall son explícitamente anti-thatcherianos en un sentido político amplio (Thatcher en el poder, 1979-1990). Encuentran conexiones con un anti-reaganismo de izquierdas estadounidenses que van a soplar nuevos vientos con los "estudios culturales" durante todos los post-esctructuralismos a la contra de ciertas normas académicas del momento (Reagan en el poder, 1981-1989). Veo a Canclini más accesible, digerible, y menos explícito, más cauteloso con respecto a montarse en el carro de una ideología política explícita de fuerte cuestionamiento de la globalización en un contexto internacional de mayor radio o cobertura. El español nativo lo coloca en el nivel subordinado de Premiership antes aludido. Althusser y Gramsci, los ahogados más hermosos del mundo, al menos para Stuart Hall, por decirlo con el lenguaje de realismo mágico de García Márquez, hay que verlo como afán intelectual extranjero y extranjerizante, anhelo y deseo de oxígeno e inspiración disidente aliados momentáneamente en Illinois. No se esconde la palabra "marxismo," palabra inaceptable en los EEUU, tampoco se descubre a propios ni a extraños a bombo y platillo. García Canclini puede ser compañero de viaje de estos proyectos, yendo menos de "contracultural," en lo que a mí se me alcanza, con o sin las apreciaciones de un Umberto Eco. El argentino se suma al tema cantante de los "estudios culturales" de los años 90 en adelante, la globalización. Aquí seguimos, con el Brexit Britain de Theresa May y la presidencia, imposible de imaginar de Donald Trump, con un mundo académico de generalizado vocabulario cultural, más cariacontecido y "tocado" al menos en el espacio angloparlante transatlánticos ¿Causan los subordinados espacios hispanohablantes menos desasosiego?

Mucho tiene que ver lo que uno estudia en su celda amorosa con la política con mayúsculas, o con las situaciones académico-burocráticas de limitada incidencia, aun cuando no se vean las conexiones directas todos los días luminosos. Hall pone en tela de juicio cierto empirismo británico "eterno," por no disparar siempre a un racismo institucional cotidiano. Y se agarra de la mano de Althusser, tal vez la inspiración intelectual más perseguida en sus conferencias. Estas devuelven a los Estados Unidos una serie de preocupaciones intelectuales de la mano europea de la "americanización" del Reino Unido desde el final de la Segunda Guerra Mundial: la desigualdad racial, clasista, los desplazamientos migratorios, el consumo generalizado o masivo de productos culturales saltadores de la página impresa, etc. Curiosamente, no hay hermanamiento explícito con grupos intelectuales negros o "diversos" o "minoritarios" en los EEUU. Stuart Hall no deja constancia de que América Latina pueda ser espacio disidente. García Canclini es consciente de Hall, pero no se quiere meter en sus mismos rediles. ¿Para qué? Hay importación de producto cultural europeo de izquierda (Althusser, Gramsci) dentro de un caldo de cultivo británico que se vierte a la fórmula estereotipada de los EEUU como experimento de mezcla social de disolución de diferencias apreciables, sostenibles ("melting pot"). La sociedad de masas, el consumismo, el mundo juvenil, todo lo que se abrevia como "popular" cabe en teoría aquí desde una abstracción filosófica a la expresividad contracultural de grupos juveniles. Y este doble enfoque reconfigura los enfoques, las perspectivas, los intereses de una cierta sociología que, al menos en el caso de Hall, se quiere pensar filosóficamente. Filosofía aquí quiere decir recreación del legado marxista dentro del pensamiento europeo occidental, actualizado con el entrecruzamiento del pensamiento del francés Althusser y el italiano Gramsci. Y esta doble perspectiva "latina" franco-italiana tiende a la fuerza gravitacional de una cierta sensibilidad "minoritaria," digámoslo así, que es curiosamente no lo que piensa la mayoría de la gente en tanto que pensamiento laborioso y abstracto sino lo que hace la mayoría de la gente en los momentos de creatividad, esparcimiento, etc. Esto es lo que se da en llamar "cultura popular" en los EEUU y que los estudios culturales van a priorizar. Se trata de bajar en la medida de lo posible las prácticas a pie de calle, de buscar las mayorías sociales, de desatender y descabalgar los gustos de todos los elitismos, de ponerle el sambenito a los grupos privilegiados, o mejor en la picota. Se trata de contextualizar social y políticamente unas maneras de significar, inicialmente de leer y escribir, pero también de escuchar música, bailar, comer, vestir, ir al cine, practica deporte, darse al esparcimiento y ocio sobre el negocio, al gusto sobre el disgusto, vamos, desde los años 1950 en adelante, y es aquí que nos encontramos la hegemonía mundial de la cultura angloparlante a ambos lados del Atlántico. ¿Representó el momento Blair un punto álgido de cierta Britania chic? ¿Fueron los juegos olímpicos en contexto londinense toque de queda de ciertas aprehensiones actuales en momentos de Brexit? Mi generación en las periferias europeas aprende ya el inglés desoyendo el francés obligatorio de los padres. Insistamos en el gesto de Hall, deliberado y encomiable, de ir a buscar el producto intelectual deseable y disidente a otras sociedades, las "latinas" (el francés Althusser y el italiano Gramsci), relativizando lo que se encuentra más cerca, Richard Hoggart, E. P. Thompson, el grupo de "Past and Present" con el reconocido Eric Hobsbawn a la cabeza[4]. García Canclini va más "desordenado," más "descentrado," a salto de mata sin quedarse en su nacionalidad ni quedarse prendado per se de ninguna nacionalidad influyente. No veo escuelas dominantes. Hay en ambos escasa presencia de mujeres. Hall analiza su contexto británico inmediato inserto en el contexto europeo sumido en unas transformaciones propias de una sociedad capitalista del período de posguerra, desde los años 50 en adelante. Esta sociología se va desligando paulatinamente de la prioridad del "texto" y privilegia la contemporaneidad audiovisual si bien sigue aupado a un pensamiento abstracto de origen continental europeo. A ésta se ata García Canclini y la desliga también de todo deseo de antiguo humanista de centralidad letrada. No salta ni con gusto ni con disgusto a lo último en el mundo digital, virtual, de aceleraciones y violaciones al estilo de un Paul Virilio, de hackers, gamers, etc. No veo figuras intelectuales centrales ni decisivas en García Canclini, ni una necesidad de defender una fé ciega en su formación francesa inicial. No veo su prosa a la altura filosófica, por mucho que se diga que ésta es su formación inicial. Las figuras de referencia local son, en Hall, Raymond Williams, y el ya mencionado Hoggart[5]. Este acercamiento "cultural" mira unas desigualdades sociales y sus correspondientes prácticas cognoscitivas dentro de marcos de práctica social posible. No hay utopías que valgan la pena y sí cierto pragmatismo que, sin humos, se encaran con una fehaciente posibilidad de supervivencia, aun en su condición vital subordinada. No es difícil ver cómo ciertos recipientes de nacionalismo y humanismo son propios de un privilegio social. Estos lo rompe Hall una y otra vez.

Stuart Hall empuja este quehacer hoggartiano en contra de un cierto liberalismo de corte social conservador leavisiano, aupado en los hombres decimonónicos de un Mathew Arnold dentro de los estudios literarios ingleses. No es difícil encontrar paralelos con otros nombres en otras lenguas en otros contextos nacionales. Per se trata (¿siempre?) de saltar los predios disciplinarios, ¿y qué mayor "naturalidad" que hacerlo desde espacios precarios (social, disciplinar, institucional, étnica, condición migrante, etc.)? Nuestro estudiante de origen jamaicano ya en Oxford participa de las críticas a un Leavis ("el puritano cejijunto") ubicado en Cambridge, pero esto no se queda sólo en pasatiempo de competición de regata festiva en círculos de privilegio académico británico. Hall trasciende todo esto y se sale de las letras y salta a la disciplina de la antropología, sobre todo la de procedencia estadounidense, y sobre todo a lo que podemos llamar una sociología de abstracción política. La condición inmigrante de Hall le hace cuestionar casi instintiva y automáticamente cualquier llamado al "nativismo," sea político, cultural, gastronómico, arquitectónico o musical, mayor o menormente tergiversado de racismo implícito o no, cuatro décadas antes de Brexit. Es esta apertura de miras la que trae los contrastes entre lo nativo o lo propio y lo extranjero o ajeno, y también la posibilidad de tendencias de tensión y repudio o todo lo contrario, la xenofilia o admiración e incluso seducción extranjerizante. Hall no acepta un funcionalismo rígido de la antropología de Malinowski con respecto a la contemplación de las limitaciones existentes entre las relaciones sociales, sean las que sean. Se la juega, entonces, con estas aperturas, aun cuando éstas no suavicen desigualdades ni despejen incertidumbres e imprevistos (la atracción de la intervención en la coyuntura gramsciana puede ir por este deseo de apertura de toda cerrazón sistemática). Las "culturas" se pueden acercar, intercambiar bienes, acariciar, embelesarse, pero ciertamente las borrascas siguen a los rayos de sol, y también malviven, chocan, se pelean, se humillan, se intentan destruir e incluso celebran la destrucción ajena. Los estudios culturales que Hall fomenta buscan bien a las claras todas las desaveniencias "culturales" en la inminencia o contemporaneidad y no la transcendencia de estas tensiones en un más allá de las benditas bienaventuranzas. No hay grandes deseos de indagación en las teleologías distantes ni en los orígenes remotos o esencias, sean caribeñas obrummies. Se cortan las alas a los historicismos anteriores al siglo XIX y se cuelgan las raíces atávicas del aire frío de la mañana sin certeza del calor del sol. Entre las cuerdas antropológicas y las sociológicas, camina Hall con cierto tiento por los años de la Guerra Fría intentando vislumbrar un claro en el bosque thatcheriano que no verá. ¿Lo vemos nosotros tres o cuatro décadas después? Suyas son las bocanadas de la llamada Nueva Izquierda que provienen del estructuralismo althusseriano y el subalternismo gramsciano.

Es Althusser quien goza del centro de su atención, con dos capítulos, el cinco y el seis, para él. Para la fecha del 1983 ya poco o nada le queda de producción intelectual al francés, catorce años mayor que Hall e ignoro si hubo contacto directo entre ambos, y si fue consciente de su influencia en el mundo angloparlante fuera de su discípulo directo Etienne Balibar que se pasea por espacios como el Birkbeck College de la Universidad de Londres. Hay dos capítulos dedicados al estructuralismo, con recuento de antropólogos y sociólogos. Un capítulo versa sobre el problema marxista de la relación entre la base y la superestructura. El capítulo séptimo es carta de presentación del intelectual italiano apresado por Mussolini en la sociedad intelectual angloparlante (hay reverberaciones gramscianas en el postcolonialismo subalternista de la India y el latinoamericano que llegan hasta el día de hoy). El capítulo octavo y último puede verse como efectos gramscianas a pie de calle británica con introducción de elementos personales jamaicanos y subculturas marginales (Rastafarianos, modsy rockers, skinheads, música "ska," etc.). Hall no se arredra y ofrece su propia interpretación de éstos, acusa recibo de críticas a esta primera generación de estudios culturales afincados institucionalmente en Birmingham, recientemente imputada de "capital jihadi de Gran Bretaña," por la prensa amarilla británica.

Althusser es para Stuart Hall la mejor ocasión para el ejercicio de la inteligencia más abstracta. Con estas galas extranjerizantes visita Illinois para no quedarse allí. Hay como mínimo dos o tres capas de extranjería en estas desapacibles tierras estadounidenses. El pensador francés le posibilita el endurecimiento de posicionamientos estructuralistas que no quieren someterse al yugo de humanismos ni historicismos. Se trata también de entablar diálogos con la teoría cultural marxista desviándola de Raymond Williams y de E.P. Thompson, y sacándola de atascos y puntos muertos, por ejemplo automatismos del modo de producción y predecibles atribuciones de falsa conciencia a todo lo que no quepa bien en la categoría de clase obrera militante en un comunismo revolucionario. Lo que le interesa es ver las relaciones, los procesos, las instituciones, el nudo de lo conocido y lo desconocido, lo cuantitativo pierde terreno ante un análisis ideológico. Digámoslo así, el anti-idealismo positivista durkheimiano, el proceso del mundo "objetivo" de los "hechos," el entramado del orden social, la cuestión de la reproducción social, la gestación y el cultivo de las formas simbólicas, sean longevas y religiosas o no: todo esto se vierte en la prosa de Hall siempre cuestionadora, apretada, tensa. El estudio de sistema clasificatorio, el tomemismo de Lévi-Strauss, es punto de partida, la promesa de "cientificismo (scientificity)" y la "apariencia" del "rigor" (p. 61). La inspiración inicial le viene a Lévi-Strauss de la linguística histórica de Saussure, si bien no todo será regla internalizada, autosuficiente y enteramente consciente. Hay algo más que razón: mito, narrativa, inconsciente, aspectos que no cuadran, que no caben, fallas, vacíos, incongruencias, disonancias, silencios. Podemos añadir el mundo connotativo, la tonalidad emotiva con todas sus evocaciones disparando mensajes en mil y una direcciones dentro y fuera del pecho del observador en cuestión. El quid de la cuestión no es la proveniencia, sino cómo se monta todo esto hacia un porvenir que no sea el thatcheriano o el reaganiano, o que se subordinen a la visión leavisiana/arnoldiana de modalidades culturales que merezcan la pena que sobrevivan en el panteón del logro artístico nacionalmente enmarcado en culminante marcha triunfante. Hay sin embargo cierta querencia de formalismo. La hermosa frase lo dice todo, "el placer de una gran porción de la cultura es retrotraerse a donde viene uno" (p. 69). Pero Hall no se queda aquí colgado, embelesado. Esto lo quiere reactivar, agilizar, pluralizar, colectivizar. Este "placer" se combina con la repetición, la insistencia, la posibilidad de innovación, o incluso la imposibilidad de escaparse de la ortodoxia política de los años 80 (vemos desde hoy el tremendo desgaste del PSOE en España desde los años de Felipe González, y del laborismo en el Reino Unido desde la época de Tony Blair a la actual de Jeremy Corbyn). Hall pone en cuestión el entramado de categorías de Lévi-Strauss: intuitivo y arbitrario es el aderezo de esta brillantez en solapado elogio a la contra (p. 69). Hall se distancia del doble humanismo británico representado por Thompson y Williams. Y siente predilección por la sincronía estructuralista (p. 71).

Hall quiere empujar la inversión del hegelianismo propia de Marx: quebrar la persecución de la imposibilidad de una historia universal o eterna. Toda época histórica es coyuntura, contingencia, especificidad no translaticia, serie de determinaciones. La cosa difícil es cómo aunar "el sujeto de la historia" con la estructura particular de la formación social y empujar, al mismo tiempo, una historia (radical) de cambio histórico a otra cosa radicalmente diferente (p. 76). Se desliga, por lo tanto, la base de la superestructura: la economía no es fundamento en última instancia, sino una dimensión más entre otras, ciertamente importante. Tenemos juegos combinatorios (p. 79), o niveles de intersección o articulación no reducibles a singularidades dialécticas. Culturalismo sería esta apertura a una pluralidad de posibilidad combinatoria y todos estos sustantivos hay que pensarlos en el plural radical (p. 81). Hay sospecha de todo sustantivo en esencia singular: "Su Majestad la Economía," en la mofa althusseriana, no es asiento permanente, ni fuerza determinante, sino instancia, fuerte si se quiere, entre otras, diseminada por toda la formación social que se despliega ante nuestros ojos con obviedad o no. El concepto de determinación, o fuerza mayor, surge por lo tanto como deseable, si bien, contradictorio, controvertido (p. 81) como si fuera cuchillo de doble filo. No hay reduccionismo económico o clasista que valga. Hay fuerzas sociales mayores, por ejemplo, el Estado, con todos sus antagonismos, a los que no hay que descuidar. Hall pone en duda la idea marxista de la "falsa conciencia" (p. 83), o desviación de la "objetividad" de los intereses considerados como propios perseguidos de manera siempre consecuente[6].

Marx empuja la filosofía idealista occidental con su inversión de Hegel. El estructuralismo althusseriano "tuerce la rama" (p. 85) marxista-hegeliana de manera clara, "pero no la rompe." La idea es forzar el idealismo hacia el materialismo (p. 85), lo cual es más fácil decirlo que hacerlo en la vida del pensamiento. El hecho histórico que Marx intenta pensar es el 18 de Brumario (9 de Noviembre de 1799), el golpe de estado del Bonapartismo (p. 87), el corte de la libertad desencadenada por la revolución francesa, el avance del capitalismo, ralentizando las revoluciones del 1848 (¿qué se esconde detrás de esa fuerza militar alegorizada como Francia, capitalismo universal, por ejemplo en la hermosísima película de cine mudo celebratoria de Abel Gance, Napoléon(1927)?). El Thatcherismo /Reaganismo es el momento bonapartista de Stuart Hall (no hay pronunciamiento con respecto a la tensión entre Althusser y Thompson en relación al legado estalinista, a un siglo de la Revolución Soviética con varias conmemoraciones en el contexto londinense en las fechas en las que escribo esto). El nuestro será el de Theresa May y Donald Trump y la invitación es que cada lector lleve sus mejores deseos políticos a sus territorios favoritos. El Bonapartismo es también el momento de la retirada intelectual de Marx en la Biblioteca del Museo Británico. Hall concluye que las relaciones entre el mundo material e ideológico fue insuficientemente pensado por Marx. No hay unidad homogénea de construcción marxista, Althusser dixit. Hall expresa su predilección por el poder explicativo de la diferencia sobre la identidad en Marx (p. 88). Se trata de buscar "lo concreto en el pensamiento" (pp. 89, 113): es decir, la aprehensión de las relaciones reales en la instancia histórica concreta según la mediación de la "teoría," o el inevitable proceso de abstracción intelectual. Es decir, la clarificación conceptual añade, con suerte, determinaciones al material empírico, que se intentará alterar radical y colectivamente. Abstracción y concreción se incluyen, se corresponden, se suba o se baje de nivel de abstracción del pensamiento que no hay que abandonar nunca para pasar a otra cosa sola, llámese acción, praxis, etc. El endurecimiento althusseriano de presupuestos estructuralistas lo mueve a él también (ec tu, brutus!) a posiciones idealistas (p. 113, 115), según Hall. La intervención althusseriana es, sin embargo, ineludible. Su huella es permanente, aun con todos sus "errores." Hall describe con cierta frialdad la diferencia humanista Thompsoniana en el contexto de la guerra fría y la fidelidad estalinista del francés, por la que parece apostar de manera velada. Hall se queda con las prendas intelectuales althusserianas: el anti-humanismo, la ruptura con el monismo marxista, la predilección por la "diferencia," conceptos como contradicción, sobre-determinación ["over-determination," p. 122], el sujeto ausente, la articulación de dos elementos disímiles, la ideología del aparato del estado, que no sólo actúa como fuerza represiva, diferencia de clase "en sí y para sí" ("in itself and for itself," p. 126) etc. Hall reconoce su enorme deuda intelectual con el pensador francés. Lo califica de "inmensa revolución teórica" (p. 126).

[1]Lingua franca, imponente, si bien siempre insuficiente en un contexto amplio de miras internacionales. Consúltese el reciente documento America's Languages: Investing in Language Education for the 21st Century(2017) producido por la Commission on Language Learningde la American Academy of Arts and Sciencesubicada en Cambridge, Massachusetts. Se constata aquí la preocupación por parte de organismos oficiales estadounidenses, con firmas de congresistas y senadores, el mundo de negocios, el militar, etc. con respecto al monolinguismo estadounidense. El mundo oficial estadounidense se ve perdiendo pie y terreno competitivo con respecto a los retos mayúsculos de la "villa global" en el siglo XXI, desde la posición actual de fuerza del inglés dentro y fuera del contexto nacional estadounidense. El aliciente explicitado es la mejoría de oportunidades en el contexto mercantil, de los negocios y de beneficio económico y laboral a corto plazo. Se explicita algo que sólo los muy despistados no han digerido hace mucho tiempo, que los EEUU son nación negligente y deficitaria con el estudio de lenguas que no sean el inglés. Pero evaluemos conjuntamente la calidad del conocimiento de todas las "letras," que dirían los antiguos, ¿cuán elevadas éstas, inglés incluido, para la inmensa mayoría de la población estadounidense?

[2]El ya fallecido Umberto Eco, desde mediados de los 1960, ha escrito artículos válidos sobre la inflación del signo de "cultura," a propósito de tendencias intelectuales de integrados y apocalípticos, necesitándose unos a otros, con espacios intermedios, y tendencias a la asimilación y el rechazo, sobre los posibles significados poco claros de "contracultura," etc. He consultado sus libros en inglés, Apocalypse Postponed(London: Flamingo, [1994] 1995), y Turning Back the Clock: Hot Wars and Media Populism (London: Harvill Secker, 2007). La inteligencia de Eco estaría más cerca de la sensibilidad de García Canclini que de la de Stuart Hall.

[3]Dicho volumen es: Grossberg, Lawrence; Nelson, Cary (1988). Marxism and the interpretation of culture. Urbana: University of Illinois Press. No sé si hay traducción al español.

[4]Hay una pintura, un tanto insulsa, de Stephen Frederick Godrey Farthing, titulada "Historians of 'Past and Present' " del 1999 en la British Academy de Londres que nos ayuda a poner en contexto a algunos miembros de este grupo vinculado a la revista Past and Present,que surge de la amistad de historiadores marxistas en los años 1940, bajo la batuta de John Morris. Las descripciones de la pintura nos hablan de cierta artificialidad de la composición y de la frialdad en el trato entre ellos. Una figura importante de este grupo para la historia de la península ibérica y las Américas es indudablemente el longevo historiador no-Marxista John H. Elliott (1930-). Para una valoración crítica de su History in the Making, (2112), véase este anticipo: http://www.fernandogomezherrero.com/blog/?p=1923

[5]El hermoso e influyente libro de Hoggart, Uses of Literacyes del 1957. Este quehacer sociocultural lo podemos emparentar más tarde con la Ciudad Letrada(1984) de Angel Rama. Sus estudios sobre las prácticas culturales de sectores sociales obreros se pueden contextualizar con las casas llamadas "Back to Backs" en Birmingham, no muy lejos de la Universidad pública de la misma ciudad, espacios ciertamente dickensianos de vida dura de finales del XIX y la primera mitad del siglo XX. comparables a las viviendas, ahora museos de esparcimiento cultural, llamadas Tenements, en la zona de Lower East Side de Nueva York, donde se hacinaban variopintas multitudes multiculturales, huyendo de unos lugares originales, persiguiendo desesperadamente una mejoría de vida en las Américas. Uno puede buscar sus mejores equivalentes en sus sociedades favoritas. Tener en cuenta el contenido social desfavorecido imposibilita la celebración del formalismo literario del logro abstracto, al menos en referencia figuras como Hoggart, proveniente de esos mismos espacios sociales subordinados vertidos a estudios de tipo académico. No es difícil ver una tensión entre este desajuste o desplazamiento entre lugar de origen social, tema de estudio y quehacer académico profesional, con o sin condición migrante.

[6]Habitamos, parece, unmomento histórico de desorientación suprema, de desgajamiento de macrounidades económicas como la Comunidad Económica Europea dentro de globalizaciones, fenómeno Brexit es un síntoma claro, de temblores dentro de la hegemonía estadounidense con formulaciones violentas, xenófobas, racistas y sexistas explícitas por parte del responsable máximo con apoyo de ciertos sectores sociales, momento también de debilitación de alternativas de izquierda en un momento de crisis económica mundial, de proliferación de "noticias falsas," de política por twitter, de revueltas, protestas y votos de castigo supuestamente contra grupos dirigentes, de resurgentes nacionalismos desapacibles. Recomiendo el libro What's the Matter with Kansas?(2004) de Thomas Frank y el más reciente de Justin Gest, The New Minority: White Working Class Politics in an Age of Immigration and Inequality(2016), al respecto de esta (presunta) incongruencia de autocastigo de los intereses propios, con cerrazones (de mente) sin atender a coherencia o evidencia, con frecuentes invocaciones nacionalistas, repudios xenófobos a todo afuera, "placeres" de retorno a un pasado quimérico... Los estudios culturales de última hornada capean este panorama mayor persiguiendo sus propios intereses dentro de zarandeados espacios educativos con privatizaciones, escasos recursos, precariedad laboral generalizada, abandonos de los estudiantes de las ofertas de las malhadadas "humanidades," etc...

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